*** Obsesión***
*** Obsesión***
*** Obsesión***
Mis padres siempre me han dicho que soy un desastre. Supongo que hasta donde llega mi memoria, nunca han dejado de echarme en cara lo desordenada que soy, que no acabo nunca lo que empiezo y que tengo que ser más organizada, más... perfeccionista. Al principio no quise hacerles caso, pensé que eran unos quejicas. Pero claro, cuando cumplí 17 años y se fue acercando el paso a la vida universitaria, me lo planteé muy seriamente. Comencé a reconocer que, efectivamente, tenían toda la razón. No podría madurar nunca si lo dejaba todo a medias, si no acababa lo que comenzaba por dejadez o por despiste y salía a la calle hecha un cromo. No podría.
Todo fue diferente. Por primera vez sentía que tenia control sobre mi vida. Organización, ésa era la clave. Mi horario de actividades dentro y fuera de la clase estaba programado minuto a minuto: me levantaba por las mañanas, me duchaba y me vestía. Desayunaba en siete minutos y me lavaba las manos. Me iba a clase y antes de entrar, volvía a lavarme las manos para quitarme la porquería del transporte público. Al volver de clase, me volvía a duchar, comía, me lavaba y me dedicaba durante horas a pasar a limpio todos los apuntes del día. Estaba tranquila, no tenia de que preocuparme, porque nada podia fallar. Desgraciadamente no era asi. Tengo que reconocer que estaba ciega. La venda imaginaria que tenia en los ojos se cayó al suelo. Yo ya llevaba un tiempo sintiendo la necesidad de lavarme las manos muy a menudo, pero el día que los vi recorriendo mi piel, fue el peor de mi vida.
Eran microbios diminutos que ensuciaban mis manos y que, por cada minuto que pasaba, crecían y se hacían mas fuertes. Olían a carne podrida. No podía permitir que arruinaran mi vida y menos en este momento en que me sentía tan feliz.
Me lavaba las manos con fuerza, raspaba bien la piel con un cepillo para arrancarlos... pero al poco de secarme, la pesadilla se repetía. No se de dónde salían, pero cada mañana, cada instante del día volvían aquellos asquerosos bichos a invadir mis manos. Y ese olor tan apestoso...
No podía controlarlo. Cada vez eran más. ¡Se estaban reproduciendo!
Llegaban a cubrir por completo mis manos, hasta no poder verme la piel. Sólo notaba el cosquilleo de sus repulsivas patas caminando muy deprisa para contaminante. Tenia que ser rápida y lavarme antes de que se subieran por mis brazos. Aún así, había algo que hacia mal. Puede que el cepillo no fuera suficiente para raspar mi piel, por que siempre se me escapaba alguno en cada lavada. Estaba desesperada.
No podía descuidarme. Le coji a mi madre el estropajo de aluminio que tenia en la cocina y frote hasta hacerme heridas. Mi piel era ya demasiada fina y sangraba con nada. Pasé varios días sin poder dormir. No podía permitir que aquellos seres entraran por mis poros y anidaran en mis entrañas, invadiéndome. Intenté vendarme las manos con unos guantes de látex, pero siempre quedaba alguno dentro, posiblemente debajo de las uñas, Por lo que tenía que quitármelas de inmediato. La solución llegaría más tarde, una noche en la que me convencí de que seria la ultima de aquel infierno. Estaba segura de que las manos ya no me pertenecían. Así que decidí ir al lavabo y arrancarme las uñas con unos alicates para ver si el origen de la contaminación estaba ahí. Fue inútil. Seguían moviéndose y saliendo de todos los pliegues. No pude más. Estaba rabiosa y froté... Froté hasta notar el filo rozando con dureza. Cuando limpié la sangre y vi la blancura del hueso, sentí un gran alivio, me sentí más pura que nunca. Completamente purgada. Sin uñas, sin movilidad y con los tendones rotos, desangrada y tranquila. ¡¡QUÉ BIEN OLÍA LA SANGRE!!.
Ahora os digo que "NADIE ESTÁ A SALVO DE LA LOCURA. En UN SOLO INSTANTE PUEDES QUEDAR CONTAMINADO".
-¿Sientes el cosquilleo?
-¿Como suben por tu piel?
Autor: Ely
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