Visitante de la noche
2 participantes
Visitante de la noche
Visitante de la noche
Mientras sentía el crepitar de los leños en la vieja estufa de ladrillos, el anciano observaba los cortinado que flotaban al viento, en la pequeña ventana, por la cual se observaba la luna llena.
Mientras visto desde afuera se contemplaba a un anciano, mirando la luna llena y los cortinados... en realidad, en el interior, aquel hombre se hundía en profundas meditaciones. Pensaba en su mujer, Martha, quien murió en una cruel epidemia de fiebre negra... Y su hijo, Tobias, quien se fue de su hogar con solo 20 años. Y pensaba , y pensaba... Tantas crueles jugadas le había dado la vida...
Entonces, mientras meditaba en ello, sintió un sonido que no oía en milenios: el golpe en la puerta de un visitante de la noche. Pero... ¿quien podría venir a esta hora a visitar a un viejo anciano solitario? Hacia mucho que no veía a nadie. Mas hoy, después de mucho, alguien venia a verlo... ¿o no?
Recorrió la habitación hacia la vieja puerta, la cual crujió al ser abierta. Entonces lo vio, al visitante de la noche... Un hombre de larga barba, quien le pedía asilo por esa noche.
Aun desconfiado, le cedió una habitación para aquel hombre...
Horas después, sentado en su sofá, mirando por la ventana, escuchaba la radio... Mientras el visitante de la noche dormía.
Entonces oyó que el locutor informaba sobre un asesino suelto, cuya descripción coincidía con la de aquel hombre, que apareció de la oscura noche.
Paranoico, el anciano corrió a la cocina, tomo su cuchillo carnicero, y subió las escaleras rápidamente, pero con sumo silencio. Entro suavemente, a la habitación, y contemplo por un instante al asesino. Luego elevo su filosa arma, y la hundió en el pecho de aquel hombre, quien murió enseguida, mientras aun soñaba. Se abrieron sus ojos, para volverse a cerrar, para siempre.
Entre las sombras de los arboles, el anciano llevo el cadáver a un río, donde lo tiro, para que la corriente se lo llevara, con el recuerdo.
Luego volvió por el sendero, y entro en su hogar. Subió las escaleras, e ingreso en la habitación, para limpiar las sabanas manchadas en sangre. Pero sus ojos se posaron en una pequeña billetera de cuero marrón. La tomo entre sus manos temblorosas, pensando que pertenecía al asesino aquel. La abrió, y entonces se hundió para siempre en el dolor, cuando sus ojos se posaron en la identificación del sujeto, cuyo nombre decía: Tobias, al lado de su propio apellido.
Luego de llorar sangre, el anciano corrió al río, y se tiro. La corriente jugo con su cuerpo, que luego se perdió para siempre entre las rocas y la espuma. Solo la muerte pudo aliviar su maldición, por desechar lo que el tiempo le quiso devolver.
Autor: Luciano Silvera
Todos los derechos reservados.
Mientras sentía el crepitar de los leños en la vieja estufa de ladrillos, el anciano observaba los cortinado que flotaban al viento, en la pequeña ventana, por la cual se observaba la luna llena.
Mientras visto desde afuera se contemplaba a un anciano, mirando la luna llena y los cortinados... en realidad, en el interior, aquel hombre se hundía en profundas meditaciones. Pensaba en su mujer, Martha, quien murió en una cruel epidemia de fiebre negra... Y su hijo, Tobias, quien se fue de su hogar con solo 20 años. Y pensaba , y pensaba... Tantas crueles jugadas le había dado la vida...
Entonces, mientras meditaba en ello, sintió un sonido que no oía en milenios: el golpe en la puerta de un visitante de la noche. Pero... ¿quien podría venir a esta hora a visitar a un viejo anciano solitario? Hacia mucho que no veía a nadie. Mas hoy, después de mucho, alguien venia a verlo... ¿o no?
Recorrió la habitación hacia la vieja puerta, la cual crujió al ser abierta. Entonces lo vio, al visitante de la noche... Un hombre de larga barba, quien le pedía asilo por esa noche.
Aun desconfiado, le cedió una habitación para aquel hombre...
Horas después, sentado en su sofá, mirando por la ventana, escuchaba la radio... Mientras el visitante de la noche dormía.
Entonces oyó que el locutor informaba sobre un asesino suelto, cuya descripción coincidía con la de aquel hombre, que apareció de la oscura noche.
Paranoico, el anciano corrió a la cocina, tomo su cuchillo carnicero, y subió las escaleras rápidamente, pero con sumo silencio. Entro suavemente, a la habitación, y contemplo por un instante al asesino. Luego elevo su filosa arma, y la hundió en el pecho de aquel hombre, quien murió enseguida, mientras aun soñaba. Se abrieron sus ojos, para volverse a cerrar, para siempre.
Entre las sombras de los arboles, el anciano llevo el cadáver a un río, donde lo tiro, para que la corriente se lo llevara, con el recuerdo.
Luego volvió por el sendero, y entro en su hogar. Subió las escaleras, e ingreso en la habitación, para limpiar las sabanas manchadas en sangre. Pero sus ojos se posaron en una pequeña billetera de cuero marrón. La tomo entre sus manos temblorosas, pensando que pertenecía al asesino aquel. La abrió, y entonces se hundió para siempre en el dolor, cuando sus ojos se posaron en la identificación del sujeto, cuyo nombre decía: Tobias, al lado de su propio apellido.
Luego de llorar sangre, el anciano corrió al río, y se tiro. La corriente jugo con su cuerpo, que luego se perdió para siempre entre las rocas y la espuma. Solo la muerte pudo aliviar su maldición, por desechar lo que el tiempo le quiso devolver.
Autor: Luciano Silvera
Todos los derechos reservados.
LUXOR- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 21/11/2012
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.